Al visitar nuevamente una tierra que vio nacer a mi generación pasada, tratando de ver hacia el pasado para entender el presente de mi familia, me tope con una extraña revelación: he estado en este lugar antes.
Han pasado más de 10 años desde la última vez que vi esta ventana. La misma madera, el mismo color, el mismo viento. Casi nada ha cambiado, la novedad es el viejo contador en la esquina derecha. Los mismos abuelos, los mismos nietos.
Muchos de ellos ya no viven acá, se han marchado a extrañas tierras que no los han visto nacer, pero de cuando en cuando, regresan a su nido, para encontrarse con la tranquila vida de las aldeas. Es fascinante la paz que se vive.
Ningún puesto, sueldo, película, música se compara con la tranquilidad de ver esta ventana, la misma de hace 10 años.
Pensar que cuando regresé a verla nuevamente, había desaparecido, hacía un nuevo diseño de hogar. Una más grande, más ancha... no lo sé. Solo recuerdo haberla visto entre un montón de olvidados objetos de la bodega, esperando que algún día alimente las llamas del fuego que da sustento a sus vidas o espere a que recuerden nuevamente que por muchas noches, fue bañada por el dulce aroma de la luna.
La misma ventana. Ahora la extraño.